domingo, 22 de febrero de 2015

La guerra al otro lado del móvil

El francotirador (American Sniper, 2015)




Hay tres tipos de seres: ovejas, lobos y perros pastores. Y cada uno puede elegir lo que quiere ser. Las ovejas piensan que todo el mundo es bueno y que nadie va a atentar contra ellas, y se acaban convirtiéndose en las víctimas de los lobos, que atacan siempre que pueden amparándose en la debilidad de las ovejas. Si decides ser un perro pastor, dedicarás tu vida a salvar a las ovejas de los lobos y a proteger al mundo del Mal. Ese es el razonamiento que el padre de Chris Kyle les hace a sus dos hijos pequeños para que comprendan la esencia de la vida en el estado norteamericano de Texas, donde viven. Y es el eje central narrativo del flashback que ilustra el tercio inicial de El francotirador, la última película estrenada por Clint Eastwood que acaba de estrenarse en España. Una obra que se sitúa, digamoslo como punto de partida, entre lo mejor de su filmografía reciente y a un palmo apenas de sus grandes obras (El aventurero de medianoche, El fuera de la Ley, El jinete pálido, Mistic River, Cartas desde Iwo-Jima, Gran Torino), a sólo un par de pies de sus obras maestras. Y ha logrado además arrasar en la taquilla de su país: el patriotismo hace dinero, estamos ante la película bélica más taquillera de la historia en EEUU, con un público entregado a la odisea personal de un soldado apodado “Leyenda”: el antiguo cowboy que salvó la vida de decenas de soldados al apostarse en posiciones de francotirador en Irak y acabar con la vida de cualquier enemigo que pusiera en riesgo a las patrullas. 


Para levantar el proyecto, el actor Bradley Cooper se alía con Eastwood para producir la película que no pudo hacer Spielberg, y que cae en las manos del director californiano una vez más rebotado (como ocurrió con el díptico sobre la batalla de Iwo-Jima). El propio protagonista de la historia, convertido en héroe de la guerra de Irak, negoció la forma en que se adaptaría, hasta que fue asesinado por un veterano que sufría estrés postraumático y al que ayudaba a recuperarse. Desde entonces Kyle es muy querido por sus compatriotas, y su leyenda se ha engrandecido. El director y el productor gastaron menos del dinero presupuestado (58/80 millones de dólares) y han logrado recuperar con creces la inversión de Warner. 


Kyle escribió su propia historia en colaboración con Scott McEwen y Jom DeFelice (”El francotirador más letal de la historia militar de Estados Unidos”) y Jason Hall hizo el guión, dotándole de alguna vuelta atrás en el tiempo (flashback a la niñez y juventud del protagonista) y en el espacio (la dualidad de escenarios Texas-Faluya). El flashback se inserta tras la secuencia de apertura, que pone al protagonista en el debate moral de disparar o no contra una madre y su hijo que amenazan el paso de un convoy. No será hasta después del viaje en el tiempo cuando veamos cómo lo resuelve, pero el dilema se repetirá más adelante con otro menor que coge del suelo un lanzagranadas, y la decisión del francotirador ya no es tan clara ni determinante. En la mente del combatiente está sólo en el campo de batalla y es difícil volver a casa ( Kyle realizó cuatro misiones de Irak, matando a más de doscientos enemigos). Lo esfuerzos de Taya (grande Sienna Miller) 
por reintegrarle en la familia junto a sus hijos resultarán difíciles. Existe aquí una segunda dualidad, la separación de de dos mundos que Eastwood muestra de forma cruda: la batalla y el hogar, donde como tantas películas sobre Vietnam han mostrado resulta tan complicado reintegrarse. En Faluya aguarda el antagonista, el francotirador enemigo Mustafá (Sammy Sheik) que obligará a Kyle a dar lo mejor de sí mismo y de su ayuda a sus compañeros. El texano es  un americano patriota que se sobrecoge con los atentados de AQ en Kenia y el 11-S y quiere salvar a su país del terrorismo de la forma que mejor sabe hacer: apostándose en una azotea y disparando a los enemigos de su país. Pero nunca abandona la amargura, el resentimiento, la impotencia real sobre lo que vive. 

El director habla de su película:


Parece que no hayan pasado cuarenta años. La crítica bien pensante vuelve a atacar a Eastwood y a tachar su película de fascista, reaccionaria, neonazi. ¡Qué lejanos aquellos años en que las buenas películas lo eran por defender e impulsar una ideología determinada! American Sniper ha sido ignorada en los premios de la crítica extranjera y masacrada en Europa, con especial sustancia entre algunos críticos españoles que denigran una obra artística porque no les gusta lo que (aparentemente) insinúa. Defienden la curiosa teoría de que Eastwood se pone del lado del francotirador al hacer una odisea sobre su patriotismo. ¿En qué se basa esa teoría? Personalmente creo que es todo lo contrario: su posición moral es contra la guerra y contra la venganza. Estamos ante un film antibélico como lo eran Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima. La cantidad de cosas irrelevantes que he leído estos días sobre la película y su impacto en EEUU alcanza proporciones cósmicas. Revistas serias han publicado en España que el éxito en estados “republicanos” y en los pequeños pueblos y los grupos devotos cristianos puede deberse a la campaña de la cadena de ideología ultraderechista Fox, que convocó a las masas para que corrieran aborregadas a ver el film, algo que según estas delirantes teorías esas masas cumplieron sin rechistar. Se ha achacado también este impacto al miedo provocado por atentados como los de París o Dinamarca. Pero, ¿se puede llegar a pensar que American Sniper haya sido reclamada por el público por ser una buena película?. No, por lo visto. Es reaccionaria, y cualquier éxito de público debe ser denostado y despreciado. 


Enlaces de interés sobre la historia real:

Anexo: Mi película favorita del cine negro sobre un francotirador, de Edward Dmytryk: The Sniper

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