jueves, 28 de noviembre de 2013

El abogado, el consejero y el guepardo.

El consejero, de Ridley Scott (3/5)
Estreno en cines 29 de noviembre de 2013. Trailer El Consejero



A medida que pasan los años crece el prestigio del octogenario escritor norteamericano Cormack McCarthy, natural de una ciudad media como Providence en un estado del este como Rhode Island, pero vecino de una ciudad fronteriza como El Paso en un estado periférico como Texas. Su media docena larga de obras literarias, bañadas en éxito en los últimos diez años, han hecho un más afilado estudio de los orígenes de la violencia y la desesperación en América del que todos los tarantinos y rodríguez  puedan destilar en décadas de películas y guiones. En El Consejero, este Pulitzer deslumbrante del siglo XXI que es McCarthy escribe su primer guión original para el cine (escribió uno para televisión en los años 70, The Gardener’s Son), un libreto que mostró a los posibles compradores interesados poco después de la adaptación de su espeluznante novela La Carretera. Finalmente el proyecto cayó en manos de Ridley Scott, un director que aparentemente no parecería tener una relación estrecha con el universo mccarthiano pero que se ha empleado a fondo en intentar trasladarlo a la pantalla al menos al mismo nivel que ya lo consiguieron John Hillcoat o los Coen (No es país para viejos). En la película están el espíritu de la frontera que tanto conocen quienes viven en Ciudad Juárez o al otro lado del muro texano, está ese aire enfermo de los suburbios que ya vimos en el Traffic de Steven Soderbergh y la larvada violencia estilo El precio del poder, siempre a flor de piel, entre los componentes de los grupos de narcos que pagan sus deudas y se hacen camino cortando cabezas de motoristas con hilos de acero colocados de un lado a otro de una carretera desértica o degollando a sus víctimas con un dispositivo mecánico colocado alrededor del cuello que se va cerrando hasta segar la yugular y todas las arterias del cuello de un ser humano.




El abogado (Michael Fassbender, cada vez más asentado en el sistema)  comete un desliz: se mete en los negocios de droga de sus clientes para poder pagarse lujos caros (el anillo de diamantes para la mujer de la que está enamorado al límite, Laura- Penélope Cruz). El narco Reiner (Javier Bardem) extravagante y excéntrico, no se percata de que su amante Malkina (Cameron Diaz) le ha vampirizado hasta el punto de suplantarle en los negocios que tiene en marcha, y planificar el robo del cargamento a bordo de un camión que se traslada por las polvorientas carreteras del sur, además de diseñar estratégicamente la muerte de todos los que le separan de su objetivo. Westray (Brad Pitt) es el consejero del consejero, quien le avisará de que lo que ha hecho mal ya no tiene vuelta atrás, como hace también en un machadiano discurso telefónico un muy inspirado Jefe del gang (Ruben Blades) para firmar la sentencia en vida del consigliere frustrado.  Los personajes hablan, en largos diálogos y monólogos que inundan secuencias prolongadas en el tiempo con el único apoyo de un guión muy sólido y construido como una bomba de relojería que se dirige irremisiblemente hacia su explosión en la media hora final. Hasta John Leguizamo y Bruno Ganz bordan sus apariciones episódicas. 



Todo magnífico… menos Ridley Scott. El director de Alien y de esa joya aún no suficientemente reconocida que es Prometheus ha empleado una ingente cantidad de recursos en describir ambientes y se ha olvidado de las almas de quienes pueblan esos ambientes, de la justificación de sus actos trascendentales, con el paradigma de un Brad Pitt cuya verdadera motivación en el relato nunca está del todo explicada ni subliminalmente insinuada. Sí consigue en cambio una tensión contenida in crescendo en la primera parte de la película, que anticipa el mencionado estallido sangriento en la segunda mitad. Tampoco el afamado guionista y semi-auteur de esta película contemporánea cierra como merecerían algunas subtramas planteadas y que “se escapan vivas” como la homosexualidad de Malkina,  aunque en cambio sí se nos muestra un imposible coito de Cameron Díaz con un Ferrari amarillo despampanante, que habría quedado más insinuante si cabe de no haber sido mostrado con un subrayado innecesario (al principio de la narración se nos ha enseñado  a Malkina subida en el techo de otro coche siguiendo atentamente la cacería que ejecuta  la pareja de guepardos amaestrados que viven en la mansión de Reiner, como icono premonitorio de esa relación sexual de la mantis religiosa con un vehículo de un millón de dólares). La forma de matar de los guepardos, su forma de perseguir a la presa hasta hincar sus incisivos en la tráquea de la víctima, tienen mucho que ver con este personaje fascinante que ha inventado un prodigioso escritor cuyo  texto y  atmósfera para The Counselor están muy  por encima de la realización y la puesta en escena de Ridley Scott. 



Copyright © Víctor Arribas


lunes, 25 de noviembre de 2013

Entrevista sobre Cine a Eduardo Torres Dulce




Esta entrevista se emitió en febrero de 2012 en el programa 13 eslabones. Fue la primera que concedió a una tv como Fiscal General del estado, y nos comentó sus gustos y sus pasiones. Muy recomendable volverlo a ver!!!


https://www.youtube.com/watch?v=yVZVUEYsypE&feature=c4-overview&list=UUA4FsV7wW6_tSCKog-RL2Gg




Copyright © Víctor Arribas 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Sangrienta cena de Acción de Gracias

La huida, de Stefan Ruzowitzky (4/5)
Estreno en cines 15 noviembre 2013. Trailer en español




Esta violenta tragedia de personajes ambientada en las desnudas e invernales montañas canadienses llega con retraso a nuestras pantallas. Se rodó en 2012 y su edición videográfica ya discurre por algunos países, aunque tengamos ahora la magnífica oportunidad de verla en cines españoles. Por decirlo de una forma que el cinéfilo pata negra pueda entender, echemos en el vaso mezclador Un plan sencillo de Sam Raimi, Fargo de los Coen, Nightfall de Jacques Tourneur y Un mundo perfecto de Clint Eastwood, y obtendremos una película subyugante, que engancha al espectador desde su primera secuencia (en la línea de otras obras que empiezan en el interior de un coche en la huida tras un atraco como Reservoir Dogs y Sangre Fácil) y que reclama espacio propio en una cierta tendencia del cine americano para recuperar el género negro con cánones más o menos clásicos, en la que(por seguir con el juego de las referencias) encontraríamos también El hombre que nunca estuvo allí (siempre los Coen), El demonio bajo la piel de Michael Winterbottom, Lawless de John Hillcoat o Drive de Nicholas Winding Refhn. De todas las reseñas que nos ha rememorado ésta muy notable Deadfall, el clásico de Tourneur podría ser el más aproximado en cuanto a tempo narrativo, atmósfera desasosegante y dibujo de personajes.



Una voz en off, la de Eric Bana, comienza preguntándose cómo será el hogar ideal. En efecto, varias historias discurren en paralelo, varias experiencias vitales con propósitos de un futuro mejor (aunque sea transgrediendo la ley) se desarrollan hasta el límite para confluir en una catarsis final con un escenario y en una fecha muy especiales: la casa familiar de los Mills en las montañas canadienses en la cena del día de Acción de Gracias, tan especial para los norteamericanos que se reúnen en torno a un pavo para contarse las historias personales del último año y perdonarse los pecados.  El atracador Addison, que ha asesinado sin miramientos a todo el que se ha interpuesto en su huída con el dinero de su botín; su hermana pequeña Liza, que tratará de sobrevivir en la nieve y el hielo vestida con un escueto traje corto con hombreras; Jay, el exconvicto  al que la anterior unirá su destino en una huída primero romántica (Los amantes de la noche, Gun Crazy) y luego desesperada,  un joven que ha matado accidentalmente a su antiguo entrenador de boxeo al tratar de rendir cuentas con su tortuoso pasado; los padres de Jay, Chet y June, exmarshall el primero y abnegada madre sufriente la segunda; y la joven agente de policía local Hanna, que trata de ganarse el favor de su despreciativo padre que no es otro que el sheriff Marshall T. Becker. Todos ellos tienen sus tragedias individuales que se saldan en una tragedia griega colectiva a la que le falta un empuje final para hacer algo más redonda la seca, impactante, demoledora historia que Ruzowitzky y su guionista Zach Dean nos plantean en imágenes.



El director, también autor de libretos de sus propias películas como en Los falsificadores, plantea una mezcla de géneros con apariencia de thriller, pero más cercano al noir tradicional y al western moderno sobre la nieve. De lo que no cabe duda es de la factura de serie B que tiene Deadfall, que supera con creces las pretensiones artísticas con que parece haberse diseñado: es una película modesta en su planteamiento, pero ambiciosa en su recorrido temático y narrativo. Con grandes actores (Bana, Charlie Hunnam  y Olivia Wilde notables; Kris Kristofferson y Sissy Spacez sobresalientes; Treat Williams y Kate Mara desnortados dentro de la relación peor planteada y resuelta del film) y con extraordinarios  guión y diálogos.



Copyright © Víctor Arribas


martes, 12 de noviembre de 2013

San Francisco Blues

Blue Jasmine, de Woody Allen. (3/5)
Estreno en cines: 15 de noviembre 2013. Trailer Blue Jasmine

 


Cada año, algunas veces en dos ocasiones en un sólo ejercicio anual, tenemos la sensación de estar asistiendo a un nuevo título del género "alleniana", redescubriendo las múltiples variables de ese sello inconfundible que el director neoyorkino da a sus películas.  Los aficionados y especialistas bautizaron hace no muchos años el género "americana", ¿por qué no buscar un término homologable para unificar el estilo, la temática y la narrativa de este hombre-espectáculo que es Woody Allen? Esta vez su creación anual nos lleva a una frontera en la que hacía tiempo no le veíamos, transitando como ha estado en territorios concienzudamente ligeros (A Roma con amor), caricaturescos (Granujas de medio pelo), ensoñadores (Midnight in Paris), de intriga (Match Point), musicales (Todos dicen I Love You) y merecidamente fallidos (Vicky Cristina Barcelona). Esta vez nos pone entre la carcajada y la congoja, en la delgadísima línea que separa la tragedia de la comedia, el drama del divertimento, nos sumerge en terrenos que ni le recordábamos desde September (1987). Allen ha usado como mera fuente de maduración de sus personajes centrales la obra dramática de Tennessee Williams Un tranvía llamado Deseo, asfixiándonos con sus existencias vapuleadas como ocurría en aquel Nueva Orleans cálido y sudoroso que Elia Kazan llevó al cine. Aquí el trasunto de Blanche Dubois es Jasmine France, viuda de un inversor inmobiliario que creció económicamente transgrediendo unas leyes que le han llevado a la cárcel y al suicidio. Jasmine, como Blanche, viaja al hogar de su hermana Ginger (Stella en el texto de Williams) para encontrar una nueva vida, pero se encuentra al macho dominador en la casa, un Kowalski redivivo, Chili,  igualmente aficionado al alcohol, los amigotes y las juergas. La metáfora con la que Allen actualiza el mito del tranvía que pasa una sola vez en la noche es el estallido de la burbuja delictiva de los Madoff, Lehman Brothers, bancos y cajas, especuladores varios que han llevado a este planeta a su peor recesión en un siglo.



Blue Jasmine es una gran película, de las mejores de su autor en la última década, pero es la menos alleniana. El drama personal, psicológico, afectivo, que supone la degradación de esa mujer antaño envuelta en pieles y joyas de los templos que la Quinta Avenida, habitual de los Hamptons de Long Island, encerrada en su urna de cristal y sin preguntarse nunca a qué oscuros negocios dedicaba su marido Hal el tiempo libre.  Ahora todo ha terminado, està arruinada y se ve obligada a trabajar de secretaria de un dentista más acostumbrado a manosear a las damas que a colocar implantes. En ese detritus que forman su humillante nuevo empleo, la repulsiva casa de su hermana y las primarias costumbres de Chili y sus colegas, Jasmine viajará a los infiernos hasta reencontrar parte del pasado (su hijo) que le impide caminar hacia un futuro donde reeditar su posición social y su complejo de superioridad. Una auténtica fracasada. Para meternos en su pellejo durante algo menos de cien minutos, Allen nos hace saltar en el tiempo del presente deprimente al pasado floreciente de sus años en la jet, un montaje paralelo plagado de flashbacks que transcurren en la mente de la protagonista y le hacen perder el  juicio, a lo que contribuye también su adicción a las pastillas tranquilizantes.




En el catálogo urbanita del director-clarinetista hemos visto, amén de su amada NY, un Londres maquiavélico, una Barcelona desencantada, un París deslumbrante y mágico, y una Roma de reencuentros y amoríos. Ahora ha cruzado el país-continente y se ha instalado en la Costa Oeste, en un San Francisco reconocible más en su piel urbana que en sus moradores desplazados de una sociedad europeizada y moderna. Por ella pululan los actores que esta vez ha elegido el genio de Manhattan: una gran Cate Blanchett que aspirará con seguridad a premios importantes, cuyo drama interior traspasa la epidermis del espectador como una tragedia tan merecida como triste; un aceptable Peter Sarsgard como la última oportunidad de Jasmine; un sorprendente aunque caricaturizado Bobby Cannavale como Chili, borracho, amante de las camisetas de tirantes y la cerveza como Brando en Un tranvía...; una convincente Sally Hawkins como Ginger, la anfitriona de la función, y un efectivo Alec Baldwyn al que empezamos y acabamos odiando por tantas y tantas cosas... Sobresale el trabajo del director de fotografía Javier Aguirresarobe, que repite trabajo con Woody Allen, logrando amarillos y ocres contrapuestos al luminoso azul de la bahía californiana de San Francisco.      




Copyright © Víctor Arribas